La cocina ha sido una actividad determinante en el destino de los seres humanos desde sus orígenes. El antropólogo Richard Wrangham, en su libro Catching Fire, How Cooking Made Us Humans (Cocinar nos hizo humanos), plantea la teoría de que esta práctica no solo es uno de los tantos aspectos que nos diferencia de los animales, sino que es, precisamente, porque empezamos a consumir alimentos cocidos que nos convertimos en homo sapiens. ¿Cómo? Lo cocido es más fácil de masticar y de digerir. Según Wrangham, la rama del homo habilis que empezó, quizá por accidente, a consumir ingredientes transformados por el fuego, experimentó un decrecimiento en la energía gastada en el proceso de digestión y este fenómeno produjo unos cambios en su anatomía: el aparato digestivo y la dentadura redujeron su tamaño, mientras que el cerebro creció.
Por otro lado, al no necesitar invertir tanto tiempo en digerir (los primates gastaban la mayor parte de su día básicamente masticando), los primeros humanos pudieron contar con horas y energía extras para relacionarse entre sí y crear cultura. Alrededor del fuego aprendimos a compartir, a ser tolerantes, a intercambiar ideas y, en general, a ser civilizados.
En las últimas décadas se ha visto un decrecimiento en el tiempo que le dedicamos a la preparación de nuestros alimentos. Esto se debe, en parte, a que las mujeres salen a trabajar y empiezan a considerar el cocinar en casa un quehacer de poco prestigio. Es una lástima. Esta es una actividad interesante y gratificante en la que convergen tantos aspectos de la vida, la cultura y la naturaleza, y que merece la atención de mujeres inteligentes, sean amas de casa o no, y de hombres también.
Por otra parte, la industria nos ha convencido de que ya no es necesario desperdiciar tiempo cocinando, pues ella lo hace por nosotros, y para este fin nos tiene una nutrida oferta de alimentos procesados, empacados o listos para poner en el horno microondas.
En los últimos años, también ha influido la creciente entronización de la gastronomía, circunstancia que en lugar de inspirarnos a rescatar la vieja costumbre de proporcionarnos sustento en casa, intimida. Los que no se sienten muy cómodos con los fogones prefieren sentarse por horas a ver programas de televisión dedicados a chefs celebridades, a observar preparaciones e ingredientes exóticos en escenarios fuera de alcance, mientras llega el domicilio con alguna pizza, antes que desempolvar una receta de la abuela en casa. Otra lástima, pues solo se aprende a cocinar haciéndolo.
inar haciéndolo. Como era de esperarse, la disminución en el tiempo que le dedicamos a una actividad así de importante, conlleva unas consecuencias que no se han hecho esperar. Un estudio realizado por un grupo de economistas de la Universidad de Harvard en 2003 encontró que el aumento en los índices de obesidad en Estados Unidos coincidía con el aumento de la tendencia a comer fuera de casa. Por otro lado, algunos países han notado que entre más tiempo se le dedica a la cocina, menor es el índice de obesidad. Los italianos y los franceses le dedican 19 minutos más al día a la cocina que los americanos y que los ingleses -estos últimos tienen índices de obesidad más altos-. Además, un estudio realizado a 4.436 adultos en 2013, publicado por la U.S. National Library, concluyó que las personas que elaboran sus alimentos en casa tienden a comer más vegetales y fibra y menos grasas saturadas y sodio en cada comida.
Si tuviera que escoger un solo cambio entre todos los propuestos por el torrente de dietas y teorías de moda para tener una alimentación saludable, cocinar en casa sería mi elección, sin duda
VENTAJAS DE COMER EN CASA
» Se ejerce más control sobre ingredientes y calidad. Esto hace la dieta automáticamente más saludable. » El tamaño de la porción es más regulado.
» La cocina une a la familia. No hay mayor muestra de cuidado y de amor que preparar una comida para alguien. » Hacerlo en casa es más económico.
» Nos conecta con la naturaleza; a través de esta entendemos de dónde vienen los ingredientes y cómo se cultivan o crían.
» Es mejor para el medioambiente. Hay un menor consumo de energía y de recursos.
» Nos empodera, nos hace menos dependientes. Cuando cocinamos nos hacemos cargo de la persona que queremos ser.
Por otro lado, al no necesitar invertir tanto tiempo en digerir (los primates gastaban la mayor parte de su día básicamente masticando), los primeros humanos pudieron contar con horas y energía extras para relacionarse entre sí y crear cultura. Alrededor del fuego aprendimos a compartir, a ser tolerantes, a intercambiar ideas y, en general, a ser civilizados.
En las últimas décadas se ha visto un decrecimiento en el tiempo que le dedicamos a la preparación de nuestros alimentos. Esto se debe, en parte, a que las mujeres salen a trabajar y empiezan a considerar el cocinar en casa un quehacer de poco prestigio. Es una lástima. Esta es una actividad interesante y gratificante en la que convergen tantos aspectos de la vida, la cultura y la naturaleza, y que merece la atención de mujeres inteligentes, sean amas de casa o no, y de hombres también.
Por otra parte, la industria nos ha convencido de que ya no es necesario desperdiciar tiempo cocinando, pues ella lo hace por nosotros, y para este fin nos tiene una nutrida oferta de alimentos procesados, empacados o listos para poner en el horno microondas.
En los últimos años, también ha influido la creciente entronización de la gastronomía, circunstancia que en lugar de inspirarnos a rescatar la vieja costumbre de proporcionarnos sustento en casa, intimida. Los que no se sienten muy cómodos con los fogones prefieren sentarse por horas a ver programas de televisión dedicados a chefs celebridades, a observar preparaciones e ingredientes exóticos en escenarios fuera de alcance, mientras llega el domicilio con alguna pizza, antes que desempolvar una receta de la abuela en casa. Otra lástima, pues solo se aprende a cocinar haciéndolo.
inar haciéndolo. Como era de esperarse, la disminución en el tiempo que le dedicamos a una actividad así de importante, conlleva unas consecuencias que no se han hecho esperar. Un estudio realizado por un grupo de economistas de la Universidad de Harvard en 2003 encontró que el aumento en los índices de obesidad en Estados Unidos coincidía con el aumento de la tendencia a comer fuera de casa. Por otro lado, algunos países han notado que entre más tiempo se le dedica a la cocina, menor es el índice de obesidad. Los italianos y los franceses le dedican 19 minutos más al día a la cocina que los americanos y que los ingleses -estos últimos tienen índices de obesidad más altos-. Además, un estudio realizado a 4.436 adultos en 2013, publicado por la U.S. National Library, concluyó que las personas que elaboran sus alimentos en casa tienden a comer más vegetales y fibra y menos grasas saturadas y sodio en cada comida.
Si tuviera que escoger un solo cambio entre todos los propuestos por el torrente de dietas y teorías de moda para tener una alimentación saludable, cocinar en casa sería mi elección, sin duda
VENTAJAS DE COMER EN CASA
» Se ejerce más control sobre ingredientes y calidad. Esto hace la dieta automáticamente más saludable. » El tamaño de la porción es más regulado.
» La cocina une a la familia. No hay mayor muestra de cuidado y de amor que preparar una comida para alguien. » Hacerlo en casa es más económico.
» Nos conecta con la naturaleza; a través de esta entendemos de dónde vienen los ingredientes y cómo se cultivan o crían.
» Es mejor para el medioambiente. Hay un menor consumo de energía y de recursos.
» Nos empodera, nos hace menos dependientes. Cuando cocinamos nos hacemos cargo de la persona que queremos ser.
Comentarios
Publicar un comentario